¿Estás listo para vivir una experiencia única?

Relatos de una guía con su bebé, ¿Se puede?



por Camila Ahumada Cáceres

Fotografías: Leo Prieto


Río de Manquemapu que desemboca en el Océano Pacífico

Hola, soy Camila. Yo trabajo como guía de turismo hace muchos años. Lo he hecho como guía de viajes de estudio, como guía bilingüe y como guía de educación al aire libre.


Antes de quedar embarazada hace algo más de dos años, trabajaba guiando y coordinando grupos de viajeros extranjeros. Guiar es un trabajo muy bonito cuando viajas con gente que tiene intereses parecidos a los tuyos. Como parte del equipo de Travolution Travel, creo en el turismo comunitario como una herramienta para el desarrollo sustentable de comunidades y territorios, y los viajeros que guío, son aquellos interesados en las comunidades locales, en el turismo rural y en conocer lugares diferentes a los que las campañas generalmente publicitan.


Trabajar como guía de viajes “comunitarios” ha cambiado mi forma de pensar y ha colaborado en el largo proceso de deconstrucción de paradigmas occidentales con los que cargo; me ha permitido conocer lugares alucinantes de Chile y ahora vivir la experiencia de guiar con mi hijo en la espalda. 


Hice mi último gran viaje como guía cuando tenía 6 meses de embarazo. La asociación francesa Culture Contact, que cada año nos envía grupos de viajeros, me dijo que para ellos no era un problema que estuviera embarazada y entonces partí con mi “guata” (término chileno para referirnos a panza, barriga, vientre, en este caso útero). Fue un viaje hermoso en el que los viajeros terminaron apodando Marco Polo a mi “wawa” (término usado en Chile para referirnos a los bebés), que en ese entonces no tenía nombre aún, divertidos e impresionados por la cantidad de movimiento que implicaba ese viaje y la cantidad de transportes que esto significaba para mí: 3 semanas de aviones, barcos, botes, buses y camionetas.


Grupo de viajeros en la embarcación de Norma Rivera y Pablo Manzani, nuestros anfitriones en Isla Llingua

Nada impidió que hiciera mi trabajo, algunas veces tuve que caminar más lento, sin embargo, el turismo sustentable debe ser así, respetar los tiempos y ritmos naturales de los territorios y la gente, incluida una guía gestante. 


Después del nacimiento de Gael, decidí parar de guiar hasta que fuera más grande, los viajes generalmente son de 2 o 3 semanas y dejarlo sin madre esa cantidad de tiempo no me parecía una buena idea.  


En noviembre del 2019, justo dos años después de mi última travesía y en medio de la revuelta social, apareció un viaje de último minuto al sur de Chile. Encontrar una guía tan encima era imposible. Les propuse a mis compañeros viajar coordinando pero solamente si podía ir con mi familia, es decir con mi pareja y mi hijo, propuesta que podía ser muy arriesgada, pero que sin problema aceptaron. 

“Lo que me impulsa a viajar con mi hijo es la certeza absoluta de estar llenando su pequeño corazón de encuentros con personas, animales y ecosistemas que sin duda estarán aportando positivamente en la construcción de su ser.”


Entre aviones y buses, lluvias y llantos, curantos y leche, tuvimos una experiencia de viaje agotadora, entretenida, diferente y especial. Con un grupo de viajeros excepcionales confirmamos lo genuinos que son los encuentros interculturales cuando estamos abiertos a este tipo de desafíos. Como familia compartimos con nuestros compañeros anfitriones de diferentes comunidades de Chile y también con viajeros abiertos de mente y espíritu que supieron valorar la riqueza de tener un encuentro real con diversas dimensiones de este país llamado Chile.


Curanto en Isla Llingua. Luego de participar en la elaboración, compartimos el almuerzo con la familia y amigos de la comunidad.

Tener esta posibilidad de trabajar y viajar en familia, es sin duda triplicar el trabajo. Puede que para muchos suene a vacaciones pero no lo es, todo lo contrario. Trabajar a cargo de otros es trabajar 24/7, una tremenda presión para quien está a la cabeza, sumado a estar a cargo de tu familia, de un niño de menos de dos años que solo quiere estar con su mamá, y además hablar dos lenguas al mismo tiempo, es como hacer corto circuito. 


Aún así, como dice Mark Twain “Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas” y eso es justamente lo que me impulsa a viajar con mi hijo a pesar de estar trabajando, la certeza absoluta de estar llenando su pequeño corazón de encuentros con personas, animales y ecosistemas que sin duda estarán aportando positivamente en la construcción de su ser.


Pablo, nuestro anfitrión en Llingua, nos muestra las islas del lado Oriente del Archipiélago de Chiloé desde un mirador. 

Hoy día, ser guía y coordinadora de viajes no es compatible con la maternidad, pero estas pequeñas experiencias pueden impulsarnos a abrir caminos hacia mejores condiciones laborales y de vida para las mujeres trabajadoras del turismo.


Agradezco a quienes trabajan conmigo por estar siempre abiertos a los desafíos, a permanecer con los ojos, el corazón y la disposición abiertos a nuevas formas de hacer las cosas y a mis viajeros Cyrille, Daniel, Francoise y Marie Paule por aventurarse a viajar de una manera diferente. Vivir esta experiencia nos permitirá sin duda aportar en la construcción de una nueva forma de hacer turismo, una que aporte también a soñar nuevos paradigmas donde primen las sociedades biodiversas, ecológicas, justas y empáticas.


A quienes dudan de viajar con sus hijos, por favor que este relato no les espante, sino todo lo contrario, les entusiasme a buscar un destino (¡hay tantos!), armar mochila o maleta y partir la exploración del mundo de manera multisensorial, las diversas formas de vida y la experiencia de la vida comunitaria, sobre todo para quienes vivimos en la ciudad, es lo que necesitan nuestros niños y niñas para crecer libres, sanos y curiosos! 

Curanto
Curanto
Taller de cestería en Isla Llingua
Taller de cocina con la señora María.
Aprendemos a hacer roscas (preparación dulce).
Viajeras observando el mapa de Mapulahual, área protegida donde se ubica Manquemapu.
También, aprendemos a hacer empanadas de cochayuyo (alga muy abundante en la zona).

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